Una Caricia divina

cavemanLa mano tocó mi cuero desde abajo. Golpeó una de mis curvas y sentí un estremecimiento. Aquel toque divino e inadvertido por todo juez terrenal me llevó a la gloria, y cuando llegué al final me sentí observada por multitudes de personas que me rodeaban y por otra multitud que adivinaba en el anonimato. Y eso, el saber que todos estaban expectantes por verme llegar hasta el fondo, me hizo sentir más extasiada. Saber que lo que habíamos hecho era algo prohibido, algo atrevido, algo que debía quedar sólo entre él y yo, me dio la fuerza para seguir hasta donde ya nada importaba, y así lo hice.

Ay ay ay, y pensar que ese toque sólo era el comienzo de aquel romance fugaz. Instantes después comprendí que eso había sido sólo el preámbulo de lo realmente magnífico. El predecir de un momento histórico para los dos.

Cuantas quisieran haber estado en mi lugar. Y cuantos hubieran querido ser él.  Cuando me llamó para aquel segundo mágico encuentro, acudí arrastrándome hasta sus pies. Fueron sólo segundos, en los que entre quiebre y quiebre de cinturas, y entre grito y grito y entre galopar y galopar, volví a meterme en aquel mar de locura frenética.

Después del último toque, medio universo enmudeció y la otra mitad, estalló de emoción y de  pasión.  Miles  de  gargantas  se  cubrieron  con  miles  de  gritos.  Llantos,  incoherencias, palabras de amor, de halago y cientos de cosas más inundaron las bocas de aquellos que nos habían visto en la tierra azteca.

A partir de aquel día fui conocida como la que fue tocada por la Mano de Dios y arrastrada por el más grande. Yo soy la de la Mano de Dios.

Foto: Nicolás Reynoso (https://www.facebook.com/RLMEstudio)

2 comentarios en “Una Caricia divina

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